Les paso una buena nota periodistica-musical-deportiva, algo que no abunda sobre todo en el periodismo deportivo berreta que tenemos.
Enjoy it!
La cadena televisiva dedicada a la música VH1 emite por estos días un documental de la BBC titulado Seven Ages of Rock donde, en siete capítulos, se desarrollan diferentes etapas de la historia de este movimiento musical que ya tiene 50 años. Su contenido no es mera cronología sino que apunta a revelar la sustancia de momentos únicos y memorables del rock. La quinta entrega, vista en la Argentina la semana pasada, se llamó Rock de Estadios y como se puede adivinar abordó las claves que llevaron al rock de los sótanos y los teatruchos a los nuevos templos del hombre.
Los Beatles fueron los primeros en tocar en un estadio y fue en la segunda gira que hicieron por Estados Unidos, en 1965. Fue en el Shea Stadium de New York y la experiencia fue desastrosa. No había tecnología disponible para que 56 mil personas pudieran asistir a un concierto de esa magnitud y para que la multitud pudiera escuchar algo ,se utilizó el sistema de amplificación instalado para los partidos de beisbol. Por ese entonces el público no tenía ningún rol, salvo gritar, que era justamente lo que sucedía ni bien Los Beatles daban un paso. En consecuencia, nadie escuchó nada. Cuentan los reportes de la época que Los Beatles giraban en el escenario luego de cada canción para que al menos todos pudieran verlos.
El documental de la BBC asegura que Queen, a partir de 1975, fue la primera banda que comprendió que la atmósfera que había en un estadio, durante un concierto de rock ,debía dar paso a un nuevo lenguaje. En Seven Ages of Rock, Brian May, guitarrista, narró lo siguiente: "Un día terminábamos de tocar en el Hyde Park de Londres y al final del show la gente se iba coreando You will never walk alone, el himno del Liverpool. En ese momento me pregunté qué cantaría el público en un concierto si tuviera la oportunidad de hacerlo, si los roles se invirtieran. Esa noche me desperté con un ritmo duro y pegadizo y me puse a escribir: y salió We Will Rock You". La voz en off del programa agrega que en los conciertos y en el disco Noticias del Mundo, Queen pegaba esa canción con otra en la que Freddie Mercury se sentaba al piano y cantaba una oda a la victoria: We Are the Champíons. La canción simplemente habla del lugar que ocupan los ganadores y como los perdedores no tienen ni voz ni voto.
Nuestra herencia deportiva no vino por ese lado. No somos amigos de ese tipo de fanfarrias en un espectáculo deportivo. La música la pone la gente y en ese sentido el legado viene del fútbol inglés más tradicional. En un blog participativo mexicano dedicado a la arquitectura aseguran que los viejos estadios ingleses, austeros y despojados, fueron concebidos así porque la estructura sólida la ponen los hinchas con sus cánticos. Los grandes arquitectos de la época, como Santiago Calatrava, encargado de diseñar el Estadio Olímpico de Atenas 2004 y sus adyacencias, dejan su huella en la humanidad a partir de la construcción de los estadios deportivos, nuevas catedrales que albergan multitudes y que subyugan al visitante aún cuando están vacíos y despojados. La arquitectura de esta época se vincula a los grandes espacios deportivos, donde la humanidad se vuelve primitiva y reencuentra su comportamiento tribal. Dicen que en las matanzas de gladiadores y leones del Coliseo Romano durante más de 100 días consecutivos de actividad, se esparcía perfume en las gradas para que el ambiente estuviera más respirable y llevadero. Nuestros estadios huelen a choripan y gracias a eso también en cierto modo el aire es más liviano. En algunas cuestiones la humanidad no cambió tanto.
Las ya famosas declaraciones de Oscar Ahumada, el volante de River, que tantas desdichas le ha traído, pueden servir en todo caso para reparar en un detalle central en nuestra era de espectadores deportivos: el público es un actor más en la gesta deportiva. Ya nadie se conforma con mirar, sino que los participantes están afuera y adentro. Quizás el error esté en creer que los de afuera tienen más influencia que los de adentro. Que un señor que aplaude con unas palmas gigantes sobre su cabeza es más importante que Kobe Bryant. O que un energúmeno que arroja maíz le da a una tarde de domingo mayor calidad de vida que la gambeta de Buonanotte. O que la entrega del mismísimo Ahumada.
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